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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

sábado, 28 de diciembre de 2013

La princesa azul. Cuento infantil



Había en un país muy lejano una hermosa e inteligente princesa que era el orgullo de su padre y la admiración de todos los ciudadanos. Su padre, el rey, decidió que su hija era demasiado valiosa para tomar como pareja a cualquiera y conociendo, por su cargo real, como eran de fantasmas los nobles y ricos del lugar que no paraban de cortejarla, después de hablar con su hija llegaron al acuerdo de que lo mejor era confinarla en una torre desde donde ella podría escoger al pretendiente adecuado. La Princesa Azul sólo puso como condición que le permitieran llevarse como mascota al dragón que la maga del reino le había regalado por su mayoría de edad; el dragón estaba conectado por un hechizo al corazón de la princesa, por lo que cuando ella estaba contenta no paraba de gruñir y echar pequeñas llamaradas por los boquetillos de la nariz pero cuando se enojaba, bueno cuando se enojaba mejor no estar por allí. La Princesa Azul le puso corazón de nombre a su dragón por motivos evidentes.
La princesa y el dragón lo pasaban muy bien en su torre, ella estaba en la habitación más alta y debajo dormía el dragón, gracias a eso hacía tanto calorcito en su cama que podía dormir en tirantes y pantaloncitos cortos, cuando llegaba algún pretendiente por la noche a cantarle alguna serenata al salir ella al balcón con tan poca ropa los dejaba afónicos con su belleza; pero como ella era tan inteligente no se dejaba convencer con halagos y falsas promesas de amor, en esos momentos corazón intervenía y la mayoría de falsos pretendientes huían colina abajo con sus pelos chamuscados, hasta los del pecho.
Todos los días paseaba a lomos de su dragón, corazón la llevaba por todos los rincones del país y saludaban a todos sus habitantes que estaban muy orgullosos de su buen sentido común.
Un día llegó un noble con verdaderas promesas de amor, a la princesa le pareció que podría ser una buena pareja y usando la lógica le dijo que pasaría una temporada en su castillo para tomar la decisión definitiva, el noble afirmó que sólo su presencia colmaría su corazón para toda su vida aunque terminara rechazándolo. Corazón se relamió preguntándose si tendría la oportunidad de comerse un hombre tan bien alimentado.
Tras varios meses la princesa empezó a encontrarse triste, corazón cada vez estaba más afligido y había perdido su apetito, en lugar de la vaca que se comía cada día ahora se conformaba con una cabra; la delgadez de corazón empezó a preocupar a la Princesa Azul. Aunque el noble la colmaba con todo su riqueza sin negarle el más mínimo deseo, incluso llegó a subirles el sueldo a los sirvientes y empleados del castillo porque a ella le pareció que estaban mal pagados.
Pero ni su corazón ni el dragón pudieron llegar a sentir algo auténtico por aquel hombre. ¿Cuál era el problema? Pues el problema era que aunque noble la tenía muy bien atendida y la princesa no tenía que trabajar ni preocuparse de nada, él pensaba que la mujer tenía que obedecer al hombre, estar siempre a su disposición y nunca salir sin él. Ella se sentía como un pajarillo enjaulado y una noche sin luna partió a lomos de corazón de vuelta a su torre.
Allí pasó otra temporada hasta que llegó un hombre aunque sencillo muy rico; tenía tierras y molinos de cereales y le gustaba trabajar el mismo. La Princesa Azul cansada de no hacer nada pensó que un poco de trabajo no le vendría mal. Se fueron a la casa del campo del hombre y princesa se divertía limpiando, cocinando e incluso cultivando un pequeño huerto; hasta corazón ayudaba recogiendo las vacas que se extraviaban, lo único que tenían que ponerle un bozal para que no se las comiera todas.
Pero de nuevo tras varios meses, la princesa empezó a sentirse cansada, el trabajo era constante, no se podía imaginar que una casa de campo diera tanto trabajo y aunque el hombre era bueno, sólo quería trabajar y nunca iban a fiestas o de viajes; por lo menos su cuerpo se había puesto fuerte. Al poco en cuanto llegó la siguiente noche sin luna, partieron ella y su dragón con gran alivio de corazón cansado de perseguir vacas a las que no podía comerse.
Su padre comprensivo siguió alimentando a ambos en la torre y eso que corazón necesitaba de mucho dinero dado su apetito voraz.
Pasaba el tiempo y Princesa se decía si no sería mejor quedarse en la torre con corazón y disfrutar de aquel lugar con lo que había aprendido en el campo ya podía cuidar ella sola de la casa y cultivar un huerto para alimentarse; el único problema era alimentar a corazón que necesitaba una vaca al día y su padre no iba a consentir con ese gasto para siempre.
Cómo estaba cansada de hombres con dinero en cuanto aparecía un carruaje lujoso corazón se lanzaba desde la torre y le chamuscaba el techo.
Al tiempo llego un deportista, el mejor del lugar; pensó que no estaría mal, hacían carreras, subían montañas, nadaban en lagos y lo mejor es que los fines de semana salían a bailar; poco a poco se fue sintiendo mejor y aprendió a divertirse; el problema era que el deportista competía mucho y no estaba seguro de querer un compromiso para siempre. A ella le gustaba mucho pero necesitaba en su vida alguien que se hiciera cargo de corazón y con el deportista el dragón corazón tenía que quedarse muchas noches sólo en casa.
Volvió a la torre, tras varios intentos con un carpintero, … y un masajista, que tenía unas manos de maravilla. Un día mientras jugaba con la cola del dragón que dormitaba pensó que era una mujer inteligente y fuerte, y que como había aprendido a trabajar podría buscar un trabajo y buscarse una casa y mantener ella a corazón.
Sin dudarlo se fue a la ciudad, se puso a trabajar y buscó una casa con un jardín para su dragón corazón. Al principio trabajaba mucho y cobraba poco pero por lo menos ya no tenía que aguantar la procesión de pretendientes y dragón estaba contento trabajando paseando a los niños, aunque para tranquilizar a los padres le tuvo que poner un bozal.
Los días que hacía bueno y no tenía que trabajar paseaba con corazón por el parque de mascotas, bueno en realidad era de perros pero a ella le gustaba llamarlo de mascotas para no sentirse rara llevando a un dragón de paseo. Los perros se habían acostumbrado al dragón y este a pesar de que se los hubiera comido a todos, por culpa de su bozal no le quedaba más remedio que aletear tras ellos.
Un día en el parque de mascotas conoció a un hombre interesante, era agradable y la trataba con respeto y aunque no tenía pareja no se le insinuaba como la mayoría de los hombres. Cada vez pasaban más tiempo juntos y ella le invitó a ir a su casa para conocerse mejor. Corazón echaba pequeñas llamaradas por los orificios de la nariz.
Al tiempo como se gustaban decidieron irse a vivir juntos; a la Princesa Azul le gustaba porque no le pedía que le obedeciera, ni que limpiara la casa o trabajara, ni esperaba que hiciera las mismas cosas que él. Hablaron de casarse en varias ocasiones y si tendrían niños pero no se plantearon obligaciones dejando que la vida fuera llevándolos a su ritmo.
Y este cuento se ha acabado y no podemos decir que fueron felices y comieron perdices pues ambos, como les gustaban tanto los animales, se habían hecho vegetarianos.












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