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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

lunes, 17 de abril de 2017

¿Por qué nos enamoramos?

En primer lugar definamos enamorarse, que no tiene nada que ver con amar, y es un estado alterado de la conciencia donde el otro, objeto de nuestros deseos y anhelos, se vuelve en la centralidad de nuestra existencia y en la finalidad de la misma. El enamoramiento es un estado pasional donde la razón o la capacidad de razonar conforme a nuestra costumbre se adormece por una necesidad imperiosa, la necesidad del otro, de su posesión en todos los sentidos. Podemos decir que es una alteración mental que si es correspondida produce una gran felicidad pero si es rechazada produce un enorme sufrimiento. Aunque a la larga siempre terminara cesando pues es de carácter temporal, necesitando ser sustituida por el amor o el olvido.

Para la psicología transpersonal el enamoramiento se produce al proyectar en el otro aquellas características de nuestra personalidad que el otro manifiesta abiertamente pero que nosotras reprimimos pero nos gustaría expresar, es decir nos enamoran los comportamientos del otro que nos gustaría realizar a nosotras mismas pero no nos atrevemos a realizar o expresar. Sería el concepto de la proyección de la sombra expresado por Ken Wilber (La conciencia sin fronteras).

Para la psicología psicoanalítica el enamoramiento aparece ante la búsqueda inconsciente de sustitutivos del padre o de la madre en las personas que nos encontramos, en función de la mayor o menor efectividad en nosotras de los complejos de Electra y Edipo. Un ejemplo de esto es la repetición del mismo tipo de pareja o perfil de persona, las parejas clones.

Desde una perspectiva espiritual hay autores que sostienen que nos enamoramos de personas con las que teníamos algún tipo de deuda o compromiso kármico y con los que teníamos que encontrarnos. Excluyendo el mito de las almas gemelas que no deja de ser una adaptación a la new age del mito del amor romántico del S. XIX, algo totalmente erróneo, no existen las almas gemelas ni mitades de almas esperando a encontrarse, el tener una relación de pareja para toda la vida dependerá de otros factores, como por ejemplo la capacidad de amar.

Coloquialmente nos enamoramos de alguien porque nos gusta su forma de ser, sentimos algo en nuestro interior que nos avisa de que esa persona tiene algo especial para nosotras, esto puede ser a primera vista o tras un contacto más o menos largo, como dice el refrán el roce hace el cariño.
Pero siempre va a ser un sentimiento egoista porque surge debido a que la otra persona nos está proporcionando algo que va a desatar una serie de reacciones químicas e incluso fisiológicas en nuestro cerebro produciendo un enganche similar al de una droga, eso que nos proporciona la otra persona puede ser exclusivamente una ilusión nuestra o una expectativa sin base real, pero basta que nos lo creamos para que actuemos como si fuera real, por eso tantos desengaños cuando la ilusión cesa y va a cesar porque el enamoramiento siempre es temporal.

Nos va a enamorar la posibilidad real o ficticia de que la otra persona nos rellene el vacío que tenemos en nuestro interior, ya sea porque nos aporte algo de lo que carecemos o porque lo esperemos, creemos firmemente que nos va a hacer feliz estar con esa persona. Pero la tozuda realidad nos demostrará una y otra vez, que nadie puede completarnos, nadie puede llenar nuestro vacío interior ni colmar nuestra carencia afectiva, nadie puede amarte salvo tu misma.

Y mientras sigamos culpando a los demás de nuestros fracasos afectivos seguiremos alejadas de la posibilidad real de amar.

A veces confundimos personas importantes en nuestra vida con parejas por nuestra tendencia egoísta a enamorarnos, confundimos compañeros con parejas, maestros con parejas, alumnos con parejas, y como el enamoramiento cesa produciendo el inevitable sufrimiento, nos culpamos porque no ha funcionado, porque lo hemos vuelto a hacer mal, pero realmente cual fue el error enamorarse de compañeros de viaje vital o culparse por haberse enamorado, o quizás el error es creer que tiene que haber un amor para toda la vida, estructurado en forma de pareja, y resistirse a la evidencia.









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