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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

lunes, 20 de febrero de 2017

La desazón

Ya es de día, pero te rebujas en la cama, el despertador no ha sonado, pero tú lo pusiste, es seguro. Pero bajo ningún concepto vas a comprobarlo. Te da igual la hora que sea, para qué te vas a levantar.
Pero hay claridad, quizás no pusiste el despertador, te acurrucas más entre las sabanas en posición fetal, seguro que es una pulsión de tu embarazo, cuando estabas en el vientre de mama, entonces tampoco querías salir, ¿para qué, para sufrir?
Te das la vuelta entre las cálidas sabanas polares y te esfuerzas en mantener los ojos cerrados, pero hay claridad y el despertador no ha sonado. Te da igual, si no suena nunca más mejor.
Buscas el esquivo sueño, quieres dormir y olvidar, olvidarlo todo, la vida, los temores, los deseos, te has esforzado mucho por olvidar, pero la claridad sigue ahí. De pequeño tampoco te querías levantar, bueno mejor dicho deseabas no despertar del sueño de la noche, para no tener que ir a ese horrible colegio, pero ahora no tienes que ir a ningún lado, sólo tienes que vivir.
Pero el despertador no suena y si no lo pusiste, mejor, así no tendrás que obligarte a vivir.

Al final sonó, no te habías olvidado de ponerlo, ni se había quedado el móvil sin batería, tu siempre tan meticuloso…









El dragón y la margarita

Había una vez un feroz dragón que la vida o el mismo habían encadenado, es algo que no sabemos a ciencia cierta. Asomaba fuera de una cueva y gruesas cadenas rodeaban todo su cuerpo impidiéndole volar.
Un día un valeroso caballero lo descubrió, y vio en él algo que jamás nadie había visto antes. En su pecho, en el centro de su corazón. Estaba la llave qué abría el candado que amarraba sus cadenas.
Enamorado de la belleza de sus alas, fuertes y coloridas, el caballero soñaba con liberar al dragón y que esté lo llevaba allí donde la vista no alcanza, al más alto cielo, traspasando las nubes y descubriendo a la divinidad.
El caballero cuidaba al dragón, visitándole a diario para darle de comer y beber, y gracias a él el dragón sobrevivía. Con dulces palabras le hablaba de la llave de su corazón, pero el dragón no entendía, pues era un dragón y no comprendía las nobles intenciones del humano.
Pensando que con amarlo era suficiente el caballero se acercó al dragón como nunca antes lo había hecho intentando tocar su corazón, pero este le rehuía. Intentando hacerle comprender sin acercarse con su lanza quiso señalarle el corazón, el dragón se asustó aún más y forcejeando con sus cadenas intentó elevarse cayendo hacia adelante, clavándose la punta de la lanza, empezando su corazón a sangrar, el dolor le hacía retorcerse clavándole aún más sus cadenas. El dragón hizo lo que todos los dragones hacen, lanzó una llamarada que hirió y chamuscó al caballero.
Varias veces lo intentó ocurriendo lo mismo una y otra vez, las cadenas se apretaban más y el caballero aumentaba la gravedad de sus heridas, terminando por caer exhausto junto al dragón. Este enamorado del caballero se acurrucó a su lado intentando protegerlo, hasta que él también quedó dormido y soñó, un sueño que el caballero jamás entendería.
En su sueño el dragón sentía como las cadenas se tensaban y el dolor que le producían, se dejaba sentir y se abandonaba al dolor, desapareciendo esté. El dragón se preguntaba si eso era una rendición o por el contrario era aceptar la situación. En sus sueños se veía como él creía que era realmente, se despertó azorado y miró al caballero malherido a su lado, sin saber por qué sintió un dolor nuevo, no era físico, era su corazón sufriendo porque él no podría volar nunca tan alto como deseaba el caballero, él sólo quería ser una flor, y aunque fuera la más bella del universo eso no colmaría los anhelos del caballero. Lágrimas por la mutua incomprensión brotaron de sus ojos, corriendo a través de su hocico para regar la chamuscada piel del caballero, el dragón lloró de forma desconsolada por el daño que le habían causado sus padres por hacerlo un dragón temido y odiado por los hombres y por la estupidez de los hombres que lo habían encadenado de tal modo, mientras lloraba no se daba cuenta que sus lágrimas de amor iban curando las heridas del caballero, tal era su desazón que cayo inconsciente sobre su amado.
Y volvió a soñar, una inmensa luz bajaba del cielo envolviéndolo permitiéndole expresar su verdadera naturaleza, era una preciosa margarita y las cadenas cayeron pues ya nada podía amarrarla, brillaba y brillaba radiante haciendo realidad su más profundo anhelo.
Despertó al sentir un movimiento, se sorprendió de que el caballero luchará para liberarse del peso de su cabeza, él era liviano como una flor, pero el temor en la cara del caballero mientras se alejaba le devolvió a la realidad, no era una flor y nunca sería una margarita porque sólo era un dragón, un aullido retumbó en el valle y el caballero huyó despavorido.
El dragón decidió dejar de luchar y se acurrucó en el suelo, días después se levantó acuciado por el hambre y la sed, el sonido del agua de las cascadas del profundo valle le despertaban el deseo. Se dio cuenta que al estar más delgado las cadenas ya no le apretaban tanto, se movían un poco, quizás pudiera soltarlas, pero sus forcejeos no daban resultado.
Observó que la sangre que brotó de su corazón había desecho parte de su candado y que apenas mantenía unidas las cadenas, con cuidado lo mordió hasta que se deshizo por completo, pero para su sorpresa no podía liberarse aún, las cadenas seguían enrolladas a su cuerpo, cansado y desfallecido se durmió de nuevo y tuvo una pesadilla, soñó que unas cadenas se enrollaban una y otra vez alrededor de su cuerpo, hombres que gritaban y festejaban su infortunio y no cesaba de ver anclajes en la pared de la oscura cueva donde no le gustaba entrar.
Se despertó con un brillo diferente en los ojos y miró hacia el interior de la cueva, tensó sus cadenas y empezó a girar sobre sí mismo, para su sorpresa se soltaron algunas vueltas de sus cadenas y puso liberar un ala, el dolor le hizo caer al suelo, pero allí no pudo dejar de rodar, y no sin dificultad pudo liberar otra ala, se veía ya libre pero un cruce de las cadenas no terminaba de liberarse, manteniendo su torso aprisionado, saltó, bailo, giró pero el nudo seguía firme, pensó en el caballero, si estuviera allí seguro que le ayudaría, como no sabía su nombre aulló y sus aullidos se escucharon en todas las montañas pero el caballero no volvió.
De nuevo sus lágrimas brotaron y rodaron por su cuerpo humedeciendo el nudo de las cadenas, el óxido que las mantenía unidas se fue disolviendo y estás terminaron por caer, pero ya el dragón había perdido el sentido agotado y extenuado por la lucha y la falta de alimento.
Estaba libre pero en sus sueños seguía preso porque era un dragón y el quería ser una cándida margarita.
Unos días después el caballero volvió atraído por los lamentos del dragón y al verlo en tal mal estado, lo alimentó y le dio de beber con su boca, pues el dragón apenas podía tragar. Cuando ya por fin pudo comer y beber por sí sólo, le dejo abundante comida y bebida para que terminara de recuperase y se alejó de la cueva.

Una vez recuperado el dragón comenzó a volar por el valle para fortalecer sus alas, cuando estuvo preparado siguió el rastro del caballero, sembrando el terror por las aldeas que pasaba sólo con su presencia, aunque él fuera de lo más pacífico. Por fin en un cabaña abandonada encontró al caballero y le hizo entender que quería que montara en él, pero el caballero se negó y le dio las gracias, el ya no quería volar para conocer a Dios no lo necesitaba tan sólo tenía que mirar en su interior y reconocer sus anhelos, deseos y temores. Se agachó y cogió una flor del suelo para entregársela al dragón, era una margarita, el dragón la tomó con su boca y se la comió, sabiéndole de lo más deliciosa.

A partir de una idea original de Susana.





viernes, 17 de febrero de 2017

La semilla del guerrero

Un árbol creció, y en sus ramas una flor nació, expandiendo su bello aroma.
Infinidad de insectos acudieron a libar su néctar, llevando su olor al mundo.
Sus hermosos pétalos comenzaron a caer, alfombrando el suelo, mientras un fruto crecía en el lugar de la flor.
Dulce y atractivo un animal lo comió, excretando sus semillas, un nuevo árbol nació.
De lo sucio y oscuro algo bello brotó.
La paz del guerrero reside en su corazón, brillando en la entrega y el amor,
Sintiendo y permitiendo sentir, mostrándose como es, en todo su esplendor
La paz del guerrero alimenta el fuego de su amor,

y todas las criaturas sintientes acuden a su calor.

A Salvador.