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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

jueves, 21 de febrero de 2013

El soberbio, el digno y el sumiso

Hubo una vez hace tiempo un valle fertil cultivado por tres campesinos, el señor feudal al final del verano visitaba el valle para recoger su "parte" de las cosechas.

Ese invierno fue de pocas nieves y la primavera escasa en agua; los campesinos apenan cosecharon para sobrevivir. Cuando los heraldos anunciaron la visita del señor la sombra de la muerte eclipsó la luz del valle.

El primero que visitó fue al soberbio, este desde pequeño fue especialmente rebelde, gustaba de lides y fanfarronerías por lo que atrajó a la chica más bella de la aldea con la cual tuvo hermosos y aguerridos hijos.

El señor pidió su parte de la cosecha, a lo que el respondió que no podía darle nada pues con lo poco recogido apenas podrían sobrevivir sus hijos. El señor bajándose del caballo, le propinó un golpe en la cara tirándolo al suelo. El soberbio se levanto con los ojos llenos de ira y volvió a repetir que no podía entregarle su parte sin que murieran sus hijos de hambre. El señor le golpeó con más fuerza aún; pero está vez el campesino se revolvió y golpeó con su puño la cara del señor. Antes de que este hubiera terminado de tambalearse una lanza atravesaba el pecho del campesino. Su mujer y sus hijos temblaban de miedo y dolor. El señor limpiándose la sangre de la boca, se dirigió a sus soldados "Coger a la mujer, es muy hermosa, la disfrutaré un tiempo... a los niños colgarlos de un árbol, para que aprendan los siervos".

Sin montar de nuevo en su caballo se dirigió a casa del sumiso; los gritos de terror de la mujer y los niños del otro campesino lo habían puesto sobre aviso. "Qué deseáis mi señor" exclamó con una hostentosa reverancia ante el señor. Este exigió su parte de la cosecha que el sumiso entregó a sabiendas de que era una sentencia de muerte para alguno de sus hijos.

Mientras ocurría eso, el digno reunió a su mujer y a sus hijos y dandoles algo de comida les comninó a esconderse en la montaña. Cuando llegó el señor pregunto por su familia y el le contesto que habían ido a coger frutos al bosque. El señor exigió su cosecha, pero el campesino insistió que si se la daba sus hijos no tendrían nada que comer en invierno; el señor le golpeó una y otra vez, el campesino se levantaba y repetía que no podía darle nada. Cansado de golpear sacó su espada y la envainó en el cuerpo del campesino, que murió sólo vomitando sangre mientras los soldados quemaban su casa.

¿Cual fue el destino de los que sobrevivieron? Empecemos por el sumiso, en lo más duro del invierno sus hijos pasaban hambre, su padre les escatimaba las raciones de comida para sobrevivir a las bajas temperaturas; los pequeños fueron los primeros en morir, su mujer apenas comía para mantener al resto. Las siguientes cosechas fueron buenas, pero el siguió sisando a su familia, su mujer amargada veía como gastaba dinero en tabernas y mujeres; sus hijos se llenaban de odio hacia él mientras profundizaba en su mezquindad. Unas fiebres asolaron la comarca y toda la familia falleció, unos por debilidad otros por malos hábitos.

La mujer del soberbio sirvió de "disfrute" del señor, que no la trató mal, la alimentaba adecuadamente; pero pronto cansó de ella y la entrego a la tropa; tratada como esclava, golpeada y forzada con violencia no tardó en enfermar y morir como un perro.

La familia del digno, paso el otoño deambulando por la montaña, alimentandose de frutos del bosque; algunos niños murieron. Caminaron alejandose del valle de la muerte, hasta llegar a una ciudad, allí la mujer encontró trabajo de sirvienta y pudo, más mal que bien, alimentar a sus hijos. Pero las fiebres también llegaron a la ciudad y los pobres siempre son los primeros en caer; muriendo ella y sus hijos.

En el valle de los lamentos, donde el dolor y el sufrimiento son constantes; vagaban estas almas en la niebla. El soberbio lanceado una y otra vez, contemplaba ante si como su bella mujer, llena de llagas y pústulas era sádicamente violada por espíritus oscuros; al levantar la vista siempre veía a sus hijos bailar colgados de un árbol, por sus propias lenguas.

El sumiso atrapado en un fango maloliente era incapaz de llegar a su familia, que siempre estaba frente a él consumiendose en un hambre atroz.

El digno lloraba, sin poder alzar su cabeza, envuelto en la niebla de su dolor. No entendía el por qué de tanto horror. Se culpaba del destino de su familia.

Un ser de luz, se aproximó a ellos; los espíritus oscuros se alejaron, cesando por un momento las torturas de los infelices. Puso su mano sobre el digno y este levantó la cabeza. "¿De que te culpas?", "de no proteger a mi familia" contestó el campesino. "Y quien te ha dicho que no lo hiciste. Ven conmigo este no es tu lugar. Ellos te esperan".

Aullidos elevaban las protestas de los que moraban en la oscuridad. El soberbio se acercó con la punta de la lanza brotando de su pecho, "Llevame a mi, defendí a mi familia, dí la vida por ellos". El angel le dió de lado, "Tu soberbia les mató". Su mujer que por fin descansaba de los abusos, se arrodilló ante la figura luminosa, "Liberame de esta condena, por favor". "¿Has entendido por qué sufres este tormento?". La mujer imploraba; los oscuros volvieron a apresarla, "Fuiste superficial, te guiaste por las apariencias; escogiste un gallo y te clavó los espolones."

La familia del sumiso, miraban al ser de luz con esperanza, este paso sus manos sobre ellos elevandolos; el marido empeñado en salir del fango ni siquiero se dió cuenta, hundiendose cada vez más en él.

"Bienaventurados los que actúan con dignidad porque de ellos será el reino de los cielos."






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