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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

jueves, 12 de junio de 2008

El miedo y la libertad

Siempre he oído decir que el miedo era lo contrario del amor, que cuando el amor gobierna nuestras vidas, el miedo es desterrado.

El miedo es un mecanismo de defensa que nos impide aniquilarnos como ser vivo, funciona a través de la experimentación; cuando sucede un accidente, o un peligro cierto, este deja una huella en nuestra memoria; ante la repetición de una situación similar ese recuerdo se manifiesta como miedo, avisándonos de la posibilidad de sufrir daño.
El problema es que si las situaciones de nuestra infancia son muy impactantes o/y muy estresantes, estas dejan una marca casi imborrable en nuestra memoria, que se convierte en un condicionante de nuestra forma de actuar, como consecuencia tenemos tal registro de situaciones "estresantes", que quien gobierna nuestra vida es ese registro de memoria de nuestra mente racional. Es decir el miedo dirige nuestra existencia y es lo contrario de la libertad que todos anhelamos.

Esto lo conocen perfectamente todos nuestros gobernantes desde tiempos históricos, por lo que siempre buscan un miedo que vendernos, al paro, al islam, a los inmigrantes, al cambio climático, es la mejor control de población inventado. Y también es el mejor aliado de nuestro ego, para mantenernos bajo su dominio.

La única forma de ser autenticamente libres es liberarnos de la tiranía del miedo, para ello tenemos que liberarnos de la memoria de nuestra mente racional y transcender todo el entramado del yo-egoico-mental. Porque mientras el miedo recubra nuestro corazón, no podremos sentir el amor infinito que albergamos en el, ni el amor en los demás, ni podremos sentir la fuerza de nuestra luz, con la que podemos vencer el verdadero reverso tenebroso del amor que es la angustia.

La angustia existencial es lo que nos impide ser felices, sentir el amor universal y convertirnos en amor, el máximo don al que podemos aspirar.

Para Eric Fromm esta angustia existencial estaba provocada por la separación, es decir por la perdida de la unidad que experimentamos todos los humanos al nacer, cuando comenzamos a crear un yo mental, que nos hace sentir separados del resto de seres; y por tanto, mientras no transcendemos ese yo, no podemos sentir la unidad con el resto de existencias ni sentirnos plenos de amor y dicha. Esta es la tesis de uno de sus clásicos "El arte de amar".

Para el budismo, como recoge el maestro zen Dokusho Villalba en su ultimo libro "Zen en la plaza del mercado", el origen de nuestra angustia, es el miedo del yo a ser reabsorbido por la totalidad; es decir el miedo que siente el ego, que es una construcción de nuestra mente a nuestro inevitable destino de volver a fundirnos con el todo.

Para mí, son perspectivas complementarias y no opuestas, son dos visiones del mismo problema fundamental para la existencia humana.

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