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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

miércoles, 16 de abril de 2014

Palabras sencillas, palabras profundas



Escribir sencillo con palabras profundas es la victoria del corazón sobre la mente. Usar la herramienta mental para expresar la sinceridad del corazón puede alegrar nuestra existencia.
No es fácil pero nadie demostró tampoco que sea difícil.
La ciencia moderna nos dice que la mayoría de los órganos tienen su propio sistema neuronal, ¿es sólo para que el sistema nervioso autónomo pueda gestionar su funcionamiento o como dicen los taoístas desde hace milenios es porque nuestras vísceras coparticipan en la germinación y en nuestra forma de vivir nuestras emociones?
Creemos que las emociones sólo surgen de la mente, de una parte irracional de nuestra mente; es posible que sea así, pero ¿y si también el cuerpo, a través del sistema neuronal de los órganos, es capaz de generar emociones? Es un cambio de perspectiva relevante.
En ese caso sería posible hablar desde el corazón, escribir desde el corazón, actuar con pasión y vivir la vida apasionadamente, como nos muestra el lenguaje cotidiano; eso sí con permiso de los otros órganos, que también tienen la posibilidad de expresarse y actuar, y de nuestra mente.
Si la herramienta que necesitamos para relacionarnos, la mente, es incapaz de alcanzar cierto sosiego, de escapar por un momento de la dispersión, nos resultará complicado que encontremos en la oscuridad de la noche nuestro sol nocturno que ilumine nuestra existencia.
La mente fuente, por lo visto, de todos nuestros males esconde en su interior un tesoro celosamente guardado; nuestro sol interior puede iluminar esa luna de sabiduría haciendo florecer nuestra conciencia pura (Hishiryo) a través de la cual la niebla de nuestras creencias y convenciones se desvanece.
Esa conciencia se expresa a través de personas simples con corazón profundo. Un corazón entrenado para amar y una mente enseñada a contemplar, para que así sea posible el florecimiento de la flor de oro en nuestro interior.
Como se dice en el budismo: “Cuando una flor se abre el mundo se levanta.”















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