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Copyright Francisco José Del Río Sánchez 2008

viernes, 23 de septiembre de 2011

La soñadora de la taberna. (Relato)


No le resultaba conocido aquel bar, pero le gustaba su decoración tipo taberna irlandesa, estaba abarrotado de personas que mantenían conversaciones animadas; le extrañaba que no les distinguiera bien sus caras, pero no le dio importancia; más bien le preocupaba que no pudiera encontrar una mesa en la cual sentarse, necesitaba descansar y relajarse un poco.

En ese momento, como por arte de magia, vislumbro una mesa vacía en un rincón apartado del bar, lejos del bullicio reinante en su interior. La mesa estaba junto a la pared y tenía un banco almohadillado en forma de esquina. Se sentó con evidente satisfacción, se sentía muy cómoda en ese lugar.
En ese momento se dio cuenta que llevaba un elegante vestido negro de noche, con tirantes, terminado en un ligero vuelo justo por encima de sus rodillas. Se sorprendió de no llevar ropa interior, pero se sentía tan bien que desestimó ese pensamiento tan rápidamente como se deshacían las volutas del cigarrillo que acababa de encender.

“¿Donde estará el camarero?”, le apetecía tomarse un café que le ayudara a despejar sus ideas, pues aunque se encontraba bien no conseguía despejar un cierto embotamiento de su mente; el café la ayudaría.
De pronto, casi por sorpresa apareció el camarero ante ella; no podía creerlo; era alto, moreno, pelo corto; parecía un galán salido de una película en blanco y negro, de esos de apariencia arrebatadora de caballero. Vestía un pantalón negro con tirantes, pero lo que era más extraño, no llevaba camisa sino que los tirantes cubrían únicamente su torso desnudo y musculoso. “Dios mío, que peazo de tío, está para comérselo”, el camarero le había hablado y parecía que ligeramente inclinado hacia ella esperaba una respuesta; con trabajo salió del estupor y pudo articular –Café-, -¿Sólo o con leche, señorita?-, a sus 40 años recién cumplidos le sonó a gloria que el camarero, que debía rondar la treintena le hablará de señorita. Le costó responder: -Con leche, por favor-.

Miro a su alrededor mientras el camarero se alejaba con un ligero contoneó, mostrando un trasero digno de una escultura griega, no podía dar crédito, “¿Se habría metido en un pub gay?”. Pero la clientela a su alrededor era de lo más normal; había algo raro en todo aquello, no recordaba cómo había llegado a ese bar ni que tuviera un vestido como el que llevaba puesto y mucho menos nunca salía sin ropa interior. Absorta en sus pensamientos no se percató de que el camarero depositaba una taza de humeante taza de café con leche delante de ella. El aroma del café la hizo volver a la realidad para ver el rostro sonriente del camarero frente al suyo, demasiado cerca.

Se sintió embelesada por sus ojos miel y sus largas pestañas que parecían sonreír al unísono con sus labios; su mente parecía decirle que el movimiento de sus labios se había traducido en palabras pero que le costaba escuchar, -¿Desea algo más?-. -¿Cómo dice?- respondió ella sin saber muy bien de que estaba hablando.
-Le decía que si desea algo más, ¿Qué si puedo hacer algo más por usted?- pronuncio esas palabras acercando tanto su rostro al de ella, que le pareció que podía oler el aroma de su piel, sus pituitarias enviaban una explosión de feromonas a su cerebro que hizo que una onda de deseo recorría todo su cuerpo, erizando su piel.

Completamente turbada se escucho decir: -Me apetecería un poco de sexo oral-. “Pero ¡Qué digo!, estoy loca, esto no puede estar pasándome”, mientras reflexionaba sobre lo que acababa de de decir, el camarero rodeó la mesa, arrodillándose delante de ella, a la vez que tomaba uno de sus pies  y lo ponía sobre el sillón, introducía su cara entre sus piernas, comenzando a besar con sus cálidos y carnosos labios el interior de sus muslos. No podía estar pasándole eso, cerró los ojos entreabriendo más sus piernas para que el pudiera acceder mejor a su divino tesoro, cuando sus labios tocaron los suyos, estos ya estaban húmedos y sintió que solo deseaba una cosa.

Mientras le besaba con extremada delicadeza los labios de su vagina, su respiración iba agitándose, sintiendo como su sexo se abría como una flor; sus gemidos brotaban con voluntad propia a través de su boca. En ese momento abrió los ojos y cayó en la cuenta de donde estaba, un sentimiento de vergüenza la hizo mirar a su alrededor, para su sorpresa aunque algunos parroquianos la miraban no parecían sorprendidos, sino que tenían una expresión normal. Reparó en su taza de café humeante, se la llevo a sus labios y justo a la vez que él empezó a lamer su clítoris, el sabor cálido del café se esparcía por su boca, pareciéndole el más sensual que había tomado en su vida.

Intentó mantener el café en su boca, pero el placer provocado por la insistente presión de la lengua en su clítoris, mientras este aumentaba de tamaño endureciéndose, la hizo gemir con fuerza, consiguiendo apenas tragar el café; sus labios estaban empapados de café y una gota  se deslizaba por la comisura derecha de su boca. Su cuerpo comenzó a arquearse apretando su cabeza la pared, sus gemidos cada vez eran más sonoros. Sus caderas se movían espontáneamente mientras la lengua recorría su sexo y los labios de él besaban y succionaban sus labios exteriores.

El calor subía por todo su cuerpo haciendo enrojecer su rostro, levanto sus brazos agarrándose  con fuerza a la repisa que había sobre ella; se retorcía de placer mientras él alternativamente, unas veces introducía su lengua en su vagina con movimientos rítmicos y otras veces acariciaba su clítoris con la legua mientras jugueteaba con los dedos en la vagina. Sentía la proximidad del orgasmo y sus gemidos se convirtieron en gritos, su flujo vaginal corría entre sus piernas, fruto de su enorme excitación, inundando su ano y su entrepierna; él restregaba su cara entre sus piernas llenando su rostro de ella.

Él comprendió que era el momento de provocar el orgasmo, aunque hubiera podido estar alargándolo eternamente, pero ella se sentía desfallecer y necesitaba liberar su energía sexual. Justo en el momento en que su clítoris empezó a cabalgar produciendo ondas que se extendían desde los músculos de su vagina hasta su pecho, un rayo de energía ascendió desde su sexo, por su abdomen hasta su pecho abriéndolo como una flor. Ya no era solo el clítoris el que cabalgaba sino toda la musculatura de su abdomen hasta el diafragma, sintió dolor en su pecho y en ese momento la energía del orgasmo ascendió por su garganta, provocando un grito brutal acompañado de un espasmo en todo su cuerpo, mientras le parecía que se abría la parte superior de su cabeza.

Abrió los ojos e incorporándose no podía creer lo que estaba viendo; mientras su cuerpo se retorcía de placer y su boca gritaba con cada impulso de su orgasmo, se agarraba a las sabanas, apretándolas con fuerza hasta sentir que se clavaba las uñas en la palma de sus manos. “! No hay nadie entre mis piernas abiertas!, pero siento el calor de una boca en mi sexo, unos labios que succionan y unos dedos que penetran mi vagina y mi ano”. Quiso razonar pero una oleada de un orgasmo aún más intenso la hizo cerrar de nuevo los ojos dejándose caer sobre la cama, las oleadas de orgasmos eran cada vez más intensas, perdió el control de lo que sucedía y durante un tiempo que le pareció una eternidad, solo pudo poner todo su ser en el placer que experimentaba. El placer que experimentaba era tan intenso que empezó a sentir dolor en los riñones y la cabeza parecía que le iba a explotar.

Aunque sintió que él se retiraba de entre sus piernas continuó unos minutos más corriéndose mientras se retorcía y giraba sobre la cama. Le pareció escuchar que la puerta del dormitorio se cerraba. Abrió los ojos, estaba en su habitación,”Había sido un sueño entonces, pero fue tan real.” Dudo unos instantes,” He abierto los ojos, pero aunque me parecía que no había nadie sentía alguien entre mis piernas, sentía sus labios, su lengua, sus dedos.” Se estremeció con el recuerdo, “Que sueño más raro. Un momento, he escuchado cerrarse la puerta”, miro la puerta, se sorprendió que estuviera cerrada, a ella le gustaba dormir con la puerta abierta.

Se incorporo de la cama, a duras penas consiguió mantenerse en pie por el temblor de sus piernas, apoyándose en los muebles se dirigió a la puerta, la abrió. Sintió miedo, -¿Hay alguien ahí?- grito en el silencio de la noche. El resto de la casa estaba a oscuras y en completo silencio; avanzo lentamente encendiendo las luces, su corazón golpeaba con fuerza su pecho latiendo vertiginosamente. Recorrió la casa sin encontrar a nadie, reviso la puerta la llave estaba echada, las ventanas cerradas, no había podido entrar nadie. “Me estoy volviendo loca, solo ha sido un sueño”, pensó.

Se calentó una taza de café de la tarde anterior, esta no olía ni sabía como la del sueño; no pudo terminarla, se encontraba terriblemente cansada y mañana tenía que trabajar. Era hora de volver a acostarse. Todavía conmocionada al acercarse a la cama se sorprendió como las sabanas moradas tenían un gran cerco blanco, “Evidentemente me lo he pasado de cine yo sola por la cantidad de flujo que he echado”. Se disponía a acostarse cuando reparó en otra mancha que estaba al otro lado de la cama de matrimonio donde ella dormía, parecía como un círculo blanco.

Al acercarse más a ella, abrió los ojos como platos y dio un grito mientras se llevaba la mano a la cara. Era un corazón dibujado con su flujo vaginal. –No puede ser, no puede ser, no puede ser-, repetía en voz alta, -¿Quién ha estado aquí?- gritó llena de terror e incomprensión. Justo en ese momento sintió un beso en su mejilla…

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